A mediados de julio de 1986, llegaron a Bolivia 170 soldados y expertos del ejército estadounidense, junto con seis helicópteros y tres aviones de transporte, para participar en la llamada "Operación Altos Hornos" con el fin de dar apoyo logístico a la policía boliviana en su lucha contra los traficantes de cocaína. La presencia de estos efectivos militares concitó de inmediato el rechazo de sectores de la oposición parlamentaria y de las organizaciones sindicales bolivianas que ven en esta acción un flagrante atentado a la soberanía nacional. Incluso hay quienes proponen que se abra un juicio de responsabilidades al presidente Víctor Paz Estenssoro por presunta violación a la Constitución Política al autorizar esta intervención militar foránea. El destacado internacionalista y político, Edgar Camacho Omiste, quien fuera en dos oportunidades ministro de Relaciones Exteriores y Culto de Bolivia, analiza en el artículo que reproducimos, los alcances éticos, jurídicos, constitucionales, políticos e internacionales de lo que él llama "una peligrosa aventura".