La investigación entiende la migración como una dinámica aparentemente contradictoria que a veces reproduce las culturas globales de dominación. Los migrantes podrían estar ejecutando un guión que generaría más fragmentación y más exclusión de sus comunidades, o podrían estárselas arreglando para improvisar colectivamente líneas de resistencia a la importación de modelos únicos. Buena parte del éxito en la consolidación de estas “otras migraciones posibles” radicaría en una esperanza derivada de lo que hasta ahora se entendía como una cruz y una condena: el carácter de periferia, de marginación y alejamiento respecto al centro.
El centro (urbano, pero también institucional y hasta ideológico) atrapa e impone una forma única de ver las cosas, los nodos de la periferia pueden comunicarse y desarrollar formas de cooperarse entre sí. Entonces, las vivencia de lo migratorio son más útiles cuando los actores sociales de un barrio entienden cómo están trabajando sus problemas – muchas veces los mismos- los vecinos de otro barrio.