En toda democracia hay dos formas de legitimación: la que procede del pueblo y la que tiene su origen en el enemigo. Este artículo refuta como falsa la segunda y justifica el poder difuso del pueblo como argumento fundamental a favor de la política. Para ello, el autor dialoga con Jürgen Habermas, quien es considerado como uno de los principales inspiradores y defensores de la democracia participativa. Se debe precisamente a Habermas la introducción de la noción de esfera pública en el debate contemporáneo sobre la democracia. Sin embargo, el autor advierte también que esta noción no está libre de problemas y'que con frecuencia ha sido utilizada de manera simplista y reduccionista por sus intérpretes e instigadores. De ahí la necesidad de revisar la contribución de Habermas en el marco de las discusiones viejas y modernas sobre la democracia.