Los años 90 vieron adentrar en la escena política latinoamericana dos movimientos sociales cuya significación política va mucho más allá de sus reivindicaciones específicas: el zapatismo, en México, y el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, en Brasil. Después del derrocamiento de los regímenes políticos del este europeo, con el triunfalismo que siguió con algunos intelectuales llegando incluso a decretar el fin de la historia, la emergencia de esos dos movimientos sociales tuvo el mérito de restablecer lo que parecía está siendo olvidado, es decir, el carácter contradictorio del sistema mundo moderno-colonial. En una cuadra histórica en la que el pensamiento único de corte neoliberal dominaba "corazones y mentes" es comprensible que el zapatismo y el MST también puedan ser vistos con un triunfalismo de señal intercambiado donde, muchas veces, se trasladaba a esos nuevos protagonistas la misión histórica, que, antes, se destinaba al proletariado.