La picota restalla en la inerme veta
impasible al dolor y sufrimiento de la madre tierra
que desgrana pedruzcos como lágrimas por la hija muerta
el brazo enjunto y fibroso del minero
vibra al encuentro carnal del hombre y piedra;
y en exhalaciones recortadas crecen como las enredaderas
de la garganta minera, ácida como la hiedra,
mas guturales que el respondio éolico de la puna abierta.
El rostro distorcionado en inefable mueca,
pricioneros que escapan son los ojos
saltados de sus cuencas, las mejillas enchinadas
y la boca chorreado de verde amarillento
el cuerpo elástico dedestroncada pose
da un grito animal
desafiando humano movimiento.