La democracia Argentina celebra treinta años de vigencia, una comunidad que adquiere especial significado cuando evaluamos ese logro en perspectiva histórica. Pese a las inevitables decepciones- propias de toda creación humana, siempre perfectible- su permanencia resulta invalorable para una sociedad que venia de padecer cincuenta y tres años de discontinuidad institucional, proscripciones y una persistente hegemonía militar. Esta democracia aún presenta claroscuros, como lo puso en evidencia el clima de tensión social que rodeó a los festejos de las tres décadas en diciembre de 2013, recordándonos la persistencia de deudas y grietas que la vigencia de la democracia no ha logrado reparar en esos años.