El Alto, desde las violentas jornadas de octubre, ha asumido un protagonismo inusitado en la prensa internacional y nacional. Diversos movimientos sociales, activistas políticos, voceros de opinión pública e investigadores han identificado esta urbe como un espacio privilegiado para observar una serie de cambios ocurridos en las principales ciudades latinoamericanas: grandes poblaciones migrantes del área rural que, en espacios de precariedad intolerable, articulan nuevas identidades rebeldes. Esas identidades cotidianamente crean y recrean culturas indígenas, articulan novedosas redes de organización para enfrentar la pobreza, reivindican un horizonte de cambio y esperanza; pero al mismo tiempo conviven con altos niveles de violencia, con prácticas discriminatorias, toleran malos gobiernos y corrupción institucional.

Esta investigación, tiene la virtud de acercarse con mucha sensibilidad, respeto y comprensión a la profunda ambigüedad que encontramos en los procesos sociales de El Alto. La autora, de origen español, utiliza los hechos de octubre para comprender los diversos niveles de discriminación que sufren todos los alteños, pero especialmente las mujeres que viven su exclusión desde su identidad de género, de clase adscripción étnica.