Se ha dicho que todo Estado es el monopolio tanto de la coersión física legítima como de la violencia simbólica. Esto significa que el Estado es una continua producción de creencias e ilusiones bien fundadas, como la de la pertenencia a una "comunidad política" territorializada , la obediencia a la ley, el acatamiento a las decisiones tomadas por determinadas personas denominadas "autoridad". La legitimidad es aquí la naturalización y somnolencia colectivas respecto a unas arbitrariedades, unas pruebas de fuerza que impusieron unos recortes de soberanía específicos sobre el territorio o unos criterios particulares de grupo como ley.